A sus 90 años, Flora Goldberg sigue creando. Su pincel no ha perdido fuerza y su mirada conserva la intensidad de quien ha vivido una vida marcada por la historia, el arte y la resiliencia. Flora prepara tres nuevas exposiciones que recorrerán diferentes ciudades de México en los próximos meses. Esta es tu historia.
Por Redacción HE
Nacida en Francia en 1935, Flora Goldberg vivió una infancia interrumpida por el horror de la Segunda Guerra Mundial.
De ascendencia judía, su familia se vio forzada a huir del país cuando ella apenas era una niña. “Recuerdo el miedo, la urgencia, la sensación de no entender por qué debíamos abandonar todo”, ha contado en entrevistas pasadas.
Esa huida marcó el inicio de una vida nómada que la llevó primero a América Latina y luego a México, país que adoptó como propio y donde encontró no solo refugio, sino también su voz artística.
Su pincel no ha perdido fuerza, su mirada conserva la intensidad de quien ha vivido una vida marcada por la historia, el arte y la resiliencia.
Sus comienzos artísticos
Ya instalada en la Ciudad de México, Flora encontró un entorno fértil para su sensibilidad creativa. Estudió pintura de 1955 a 1957 con nada menos que Diego Rivera, uno de los más grandes muralistas del siglo XX.
De él aprendió no solo las técnicas del oficio, sino una forma de ver el mundo: con compromiso social, con conciencia histórica y con una profunda conexión con las raíces culturales de América Latina. “Rivera me enseñó que el arte no solo embellece, sino que también denuncia, acompaña y transforma”, ha dicho.
Sin embargo, Flora Goldberg supo trazar su propio camino. Aunque influida por el muralismo mexicano y por la intensidad cromática de Rivera y sus contemporáneos, su estilo se fue alejando del gran formato para volverse más íntimo y lírico. En sus lienzos conviven el recuerdo de Europa, los paisajes mexicanos, rostros femeninos marcados por el tiempo, y escenas cotidianas atravesadas por un aura de melancolía poética.
Su legado no está solo en los museos o las galerías que han acogido su obra a lo largo de las décadas, sino también en la manera en que ha representado la experiencia femenina a lo largo del siglo XX y XXI.
Desde muy temprano, Flora abordó temas como la maternidad, el exilio, la vejez, el cuerpo femenino, el silencio y la memoria. Su obra se ha mantenido vigente precisamente porque habla de emociones y vivencias universales, desde una mirada profundamente personal.

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Lo que la motiva a seguir creando
A lo largo de su carrera, ha expuesto en múltiples países más de 50 exposiciones individuales tanto en México como el resto de América y Europa, incluyendo Francia, Estados Unidos, Israel, Alemania, Argentina, Colombia, entre otros países.
Sin embargo, lo más notable es que, a sus 90 años, Flora Goldberg no ha bajado el ritmo. Actualmente está trabajando en tres nuevas exposiciones simultáneas: una en el Museo de Arte de Querétaro, que tendrá entre 70 y 100 piezas, otra en el Museo Mexiquense de Arte en Texcoco y otra en una galería de San Miguel de Allende.
Esto representa un logro impresionante no solo por su edad, sino por la vitalidad con la que encara cada nuevo proyecto.
A través de dibujos, óleos y collages, Flora recupera fragmentos de su memoria infantil, intercalados con imágenes de una Europa en fuga.
Lo que hace particularmente inspiradora a Flora Goldberg es su convicción de que nunca es tarde para seguir creando. Para ella, la vejez no es una etapa de clausura, sino de plenitud.
“Pintar es mi forma de seguir preguntándome cosas, de seguir buscando”, afirma. En un mundo donde el arte joven suele acaparar los reflectores, la figura de Flora brilla con una luz distinta: la de la constancia, la profundidad y la sabiduría acumulada.
Inspirando a las siguientes generaciones
Flora Goldberg es una artista, sí, pero también una sobreviviente, una maestra y una contadora de historias. Su vida es testimonio del poder del arte para resistir, sanar y transformar. En cada trazo de sus obras hay un pedazo de historia, una memoria recuperada, una emoción compartida.
Hoy, a sus 90 años, mientras prepara nuevas exposiciones y sigue trabajando en su estudio, Flora nos recuerda que la belleza puede encontrarse incluso en los fragmentos rotos del pasado, y que la creatividad no se apaga con los años: se enciende con la experiencia.